jueves, 25 de septiembre de 2008

LA PEREZA

Proverbios 24: 33- 34

Un poco de sueño, cabeceando otro poco; poniendo mano sobre mano otro poco para dormir; así vendrá como caminante tu necesidad, y tu pobreza como hombre armado.

Proverbios 24: 10

Si fueres flojo en el día de trabajo, tu fuerza será reducida.



El mayor peligro al que nos enfrentamos durante nuestros fines de semana, es el de vivir en una pereza complaciente. Comienza por permitirte una siestecita después de la comida, y pronto ella se convertirá en la que reine sobre tus tardes. Complace esa flojera, y pronto estarás convirtiendo también tus mañanas en el campo para la siesta con la que culmine también tu desayuno. Porque, como todos los vicios, también la pereza pretenderá convertirse en tu señor, en la razón de ser de tu existir.

Pasé junto al campo del hombre perezoso, y junto a la viña del hombre falto de entendimiento, y he aquí que por toda ella habían crecido los espinos, ortigas habían ya cubierto su faz, y su cerca de piedra estaba ya destruída.

La verdad es que la pereza, ese vicio tan poco evaluado, comienza con una breve complacencia, y se va apropiando poco a poco del hombre complaciente, hasta sembrar finalmente el fracaso y la pobreza en la vida de ese perezoso.

Amigo, fuimos hechos para laborar sabia y diligentemente. Con diligencia, porque debemos terminar siempre la porción de la labor que nos asignáramos previamente, en el momento que escogimos para planear nuestro trabajo para el futuro inmediato. Y con sabiduría, porque debemos buscar siempre un adecuado equilibrio en nuestro tiempo, que nos permita el trabajo, la convivencia con los nuestros, y la diaria adoración a Dios.

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