viernes, 10 de octubre de 2008

LA SAVIA EN MI

LA SAVIA EN MI

Lucas 17: 15
Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz.

Romanos 12: 2
No os conforméis a éste siglo, sino trasformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Nos enteramos por Lucas que poco antes de entrar a Jerusalén, al pasar entre Samaria y Galilea, la comitiva de nuestro Señor Jesucristo se encontró con diez leprosos. Como la fama había precedido al Señor Jesús, los leprosos clamaron fuerte, solicitando su misericordia para ser salvos. También nos enteramos, por la misma lectura, que nueve de los leprosos siguió su camino hacia los sacerdotes, una vez limpios, para iniciar una vida de reintegración a la sociedad, y seguramente de fama y gloria, por ser receptores de los milagros divinos. Solo uno de ellos, samaritano, a diferencia de los demás, extranjero, regresa donde estaba nuestro Señor, para alabarle y agradecerle. Y sólo él, de entre los diez, obtiene la salvación, junto con la sanación que a todos dió.
El décimo decidió entregar su vida al Señor Jesús, y seguirlo en adelante. Decidió hacer en adelante Su voluntad, estar en Su voluntad. Recibir la savia divina, y dejarse recorrer por ella. Porque ello es, precisamente, la interpretación de la dependencia. Éste décimo leproso no decidió anularse, y vivir la vida del Señor en él. El leproso seguiría viviendo, y tomando decisiones, y ejerciendo su voluntad, pero siendo recorrido por la savia divina. Es decir, sumergiéndose, duchándose en la palabra divina, antes de tomar una decisión. Garantizarse, mediante el conocimiento de la palabra de Dios, y mediante la oración, que las decisiones que tomara estarían de acuerdo con los designios e instrucciones que Dios nos ha dado para ser vividas. Como en las instrucciones que Él nos dejó, que ilustra mediante la vid y el sarmiento: la fruta debería ser producida por el sarmiento, no por la vid. Por las ramas, no por el tronco. Pero, para que la uva fuera dulce, turgente, en buena cantidad, la savia que recorriera al sarmiento debería ser la que le confiriera la vid.
Así en nosotros, la savia que debe recorrernos, y bajo cuya influencia debemos tomar nuestras decisiones, es la divina e influenciadora presencia de Dios en nuestras vidas.